martes, 20 de junio de 2017

Poblenou, el precio de un sueño III: El viejo Poblenou

El viejo Poblenou

Pero Poblenou no siempre ha sido eje cultural, crisol creativo y vivero de nuevas tecnologías. Desde finales del siglo XIX y hasta hace pocos años era un barrio industrial en el que altas chimeneas de ladrillo humeaban a un cielo embarrado y fábricas desmesuradas devoraban filas de obreros que acudían a trabajar de sol a sol. Toda la inmundicia de las factorías químicas, talleres textiles o curtidurías, se vertía a través de un río de azufre, cloro y metales pesados a un mar ajeno a la ciudad, y el cólera y la viruela germinaban en los pozos negros y se dispersaban entre barracones destartalados y lastimosos bloques de viviendas.

El abandono social al que fue condenada esta barriada por parte de las distintas instituciones a lo largo de las siguientes décadas, hizo que fueran los propios vecinos los que se unieran para lograr unas condiciones de vida dignas. Así, surgen cooperativas obreras como L’Artesana y La Flor de Maig, gracias a las cuales sus asociados podían comprar a precios más baratos al por mayor, se fundan el Ateneo Colón, el Centro Moral y Sindical, e incluso nacen instituciones deportivas como el Club de Natación Poblenou. Puede afirmarse, sin duda, que se trataba de un barrio obrero y republicano, un barrio con conciencia de clase en el que sus vecinos tomaban parte activa en la vida social y política.

Tanto es así que, durante la Guerra Civil, debido al elevado número de fábricas y fundiciones existentes, Poblenou se convierte en zona industrial bélica y en objetivo militar de los primeros bombardeos. Pasada la contienda, entre 1939 y 1952, hasta 1.500 personas serán fusiladas en el antiguo Camp de la Bota, donde ahora se sitúa el Parc del Forum. El triunfo del franquismo hace que la participación política desaparezca de la escena pública, pero la colaboración vecinal proseguirá en el campo de la cultura y del arte hasta entrado el siglo XXI.

Las condiciones de vida eran duras, y  alrededor de unos 18.000 vecinos llegaron a vivir en las barracas del Somorrostro o Pequín, en un espacio que, a lo largo de la costa, abarcaba desde el Hospital del Mar hasta la riera de Bogatell. El alumbrado era deficiente, el agua potable tenía que sacarse de las fuentes y acechaba el peligro continuo de las inundaciones. Estas barracas duraron desde finales del siglo XIX hasta 1966, año en que fueron demolidas con motivo de una visita de Franco y sus ocupantes fueron trasladados al barrio de la Mina y a Badalona. Así era Poblenou.

Quique Castro.

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